haciendo el bolso

Nene!! Te hiciste el bolso?

Una frase que comenzamos a escuchar apenas intentamos levantar vuelo del hogar familiar. Los primeros movimientos independentistas nos encuentran desarmados frente a la compleja problemática de que corno llevar para un campamento, fin de semana, viaje de diversa categoría y demás yerbas. Ridículamente dependientes de padre, madre, tutor o encargado, no tenemos idea de que objetos son indispensables en otros mundos por fuera del nido materno. Claro, aprendemos a los golpes cuando nos encontramos carentes de calzones de repuesto u otras prendas cuya falta nos exponen a riesgos sociales de difícil superación.

Ya adultos (o similar) continúa la dificultad en encontrar el sano equilibrio entre el exceso de equipaje y la condición paupérrima con desabastecimiento masivo. Aunque tengamos más conciencia de nuestra necesidad, el "por las dudas" tiene un efecto letal en el volumen/peso de nuestro pequeño mundo transportable.
Aprendí a la fuerza desde niño el arte de hacer una valija, o guardar 63 valijas y bolsos en el baúl del auto bajo la mirada amenazante de un padre organizador y obsesivo, que hacía un culto de la manera en que se hacen esas cosas.

A lo largo de la vida acumulamos todo tipo de objetos y nos vamos moviendo por el mundo cargando por momentos con un peso innecesario, pero, que difícil es discernir en la utilidad de algo! Una condición de extrema variabilidad entre cada uno de nosotros y aún, en nuestro universo propio de mutabilidad constante.
La paradoja final es que nos vamos de este mundo material sin materia alguna, si hasta nuestro cuerpo usado hasta el cansancio queda desparramado por ahí.

Sin embargo, como decíamos hoy con Moira, cuando nos vamos definitivamente, nos llevamos íntegro todo nuestro mundo de imágenes, recuerdos y vivencia de intimidad absoluta. El inventario completo de secretos, sensaciones y emociones parecen entrar con holgura en el invisible bolso que, estoy seguro, nos llevamos hacia el infinito y más allá.
Si hasta el mismísimo Monge asiente con comprensión meridiana frente a estos primeros y temerosos pasos en el más allá a la manera de un viejo linyera con su mono al hombro y su clara idea de la libertad. 
Todo ésto se va con nosotros aunque dejemos algunas fotocopias vivenciales a nuestros herederos que seguramente distorsionarán todo a gusto y piacere.

En estos días de emociones concentradas y casi inexplicables, me permito intentar un abrazo con todos ustedes, queridos lectores, que incluye sin duda alguna a los que se van yendo silbando bajito para buscar otros horizontes.

Gustavo Barbosa

para Hebe, mi madre, que sin duda alguna, en su bolso de la vida, también se llevó su maquillaje...