sábado, 18 de agosto de 2012

vuelta










Como volvemos a la facultad ?
Cual es la puerta de entrada ?
Eh, eh, la de PB, la del subsuelo, la nueva del subsuelo… me dirán. Pero no, no hablo de esta idea de puertas. Hablo de como entramos a la sustancia de la facultad, a la cuestión del aprendizaje.

Leíamos ayer con Moira, un texto sobre las universidades y el riesgo de lo expulsivo.
Leíamos sobre la teoría, la práctica y el bagaje previo, la formación de cada uno.
Lo que atesoran, arrastran o padecen.
Entonces aparece la idea de lo que venimos a buscar. Cada uno y a cada momento.
Una idea difícil de ahondar.

Desde salita de 4 hasta un post doc podemos dedicar nuestra vida a estudiar, porque queremos o porque sí. Porque nos obliga la circunstancia o por derecho. Por tradición o por romper con ellas. Cada uno sabrá, o puede intentar saberlo.
Quizás lo descubran en los misterios del futuro, quizás lo aprendido aflore de maneras indirectas, quizás miren con orgullo lo transitado, quizás solo quede en un vago recuerdo.

Nosotros, los docentes de este ciclo inicial, estamos muy cerca de las puertas.
Y tenemos una gran responsabilidad, la de enseñar a valorar las voces interiores, las que dicen que es importante para cada uno. La de aprender a escucharlas para poder decidir.
Una gran responsabilidad.

Ya estamos promediando nuestra materia, y ya nos conocemos un poco más. Habrá crecido alguna confianza en lo propio y en lo ajeno.
Vamos pues por nuestro segundo momento juntos.
Como siempre, un momento de gran felicidad.

Abrazos colectivos
Gustavo Barbosa

ilustración: REP

domingo, 12 de agosto de 2012

niño niña...



En que momento dejamos al niño partir?

Me lo pregunto como padre y me lo pregunto como hijo. 
Nunca pude ver a los niños como tales, sólo como seres en envase pequeño, con ojos de miradas deslumbradas, en un mundo agigantado, con la escala cambiada. Seres cargados de vívidos recuerdos de placentas y mundos confortables y seguros.

Pisamos esta tierra sobre la huella de los que nos anteceden. Paso a paso, nos llenamos de imágenes que van constituyéndonos, como parte de un meticuloso plan, no siempre fácil de asimilar. No siempre nosotros y nuestros otros nos entendemos bien.
Pero esas huellas operan en nuestra interioridad, con sonidos y olores que condicionan nuestros caminos y la forma de encararlos.

En que momento dejamos al niño partir? Será cuando lo sentimos crecer y lo miramos de igual a igual?  O cuando empezamos a vislumbrar otros lugares? Todos somos hijos, sólo que a veces nos sabemos que hacer con eso.

Asomáte a un espejo querido lector, la cara que verás es la de siempre, la del niño. Llena de risas y lágrimas, y cada vez más, de recuerdos.

Salud queridos estudiantes, tengan un buen día
Gustavo Barbosa

para Walter y Hebe (para las dos...) 

dibujo: tute

sábado, 4 de agosto de 2012

el otro





“…Entonces oyó la puerta. No el timbre sino dos golpecitos suaves, corteses, casi conscientes de la hora que era. Cada casa tiene su lógica, y sus leyes son más elocuentes de noche, cuando las cosas ocurren sin paliativos sonoros. Él no miró el reloj, ni se sorprendió, ni pensó que los golpes eran imaginación suya. Simplemente se levantó, sin prender ninguna luz a su paso y cuando abrió la puerta se encontró con su padre parado delante de él. No lo veía desde que había muerto. Y, en ese momento, supo incongruentemente que ya se había hecho a la idea de no verlo nunca más…”

Estas palabras de Juan Forn, de su cuento “Nadar de noche”, me dejan pensando. Es muy fuerte la imagen que destilan, casi contundente.

En este espacio que de tan público por momentos también es privado, me pregunto una y otra vez en como transitamos por este mundo?  En como nos conectamos con el afuera de nosotros?  Es más, me podría preguntar que está  afuera y que está adentro nuestro?

Nosotros, que trabajamos con personas, con complejas entidades que se muestran de distintas maneras, ponemos especial  énfasis en lo invisible, en lo que anida en límites imprecisos y fugaces, por momentos atravesando las palabras, por momentos buscando en ellas lo no dicho.

Es bueno sentir la presencia del otro. La presencia del que te mueve los límites. Ése que te hace sonreír hasta el último rincón, renovando tus células, una por una.

Es bueno reparar y preparar. Nos hace mejores.

Abrazo colectivo
Gustavo Barbosa