La aparición de otro nieto nos conmueve en múltiples dimensiones.
La incansable y amorosa tarea de las Abuelas de Plaza de Mayo nos afecta en lo personal y en lo social como pocas cosas nos toca vivir.
Para los que fuimos testigos de tanta salvajada, de tanta violencia y de tanto terror, casi imperceptiblemente sentimos que una articulación que dolía (estamos grandes) se puso en su lugar y podemos respirar otros aires repletos de ternura.
Para las nuevas generaciones que estudian aquellos años en los libros de historia estas acciones les permiten humanizar y dar forma a las nietas y los nietos que rescatan su propia historia como un acto de una contundencia gigantesca.
Para los odiadores y negacionistas de siempre también son actos conmovedores que los hacen salir a la luz con toda su oscura carga de insolidaridad a cuestas.
Las Abuelas nos acarician lo individual y lo colectivo con el inagotable don del restaño tan esencial para vivir. Con sus eternas sonrisas nos hablan del amor y de la conciencia colectiva en su idioma de serena fortaleza.
Nos hacen bien, a todas y a todos, lxs que estamos y lxs que aunque no estén, están.
Gracias viejas queridas, por tanto.
Abrazo
Gustavo Barbosa
Ilustración: María V. Ramirez