entre gar nos

Una entrega.
Ese acto históricamente trascendental de nuestra facultad,
parece ser un acto unidireccional. Uno entrega y el otro recibe.
Uno está cansado y el otro no. Uno se inquieta y el otro no.
Uno reza y el otro escucha.
No creo nada de esto.


La quizás exageradamente cotizada entrega, es un acto de los talleres.
Una extrema valorización la pone en un lugar corrido, la antesala
de la nota, el lugar donde los roles se exacerban.
El final de un curso no es otra cosa que la cristalización de la acción
de los actores de los talleres. Los estudiantes y los docentes.
Lo pensado en vacío, asoma como una fotografía de un largo proceso.
Lo pensado para un curso y para un estudiante ideal, toma la forma de un
humano que le da forma a esta cosa. La define, la modela, la vuelve real.


Una entrega es efímera, volátil, precisa. Un instante de un presente que YA, no es,
pero es un paso necesario y ordenador.
Es lo actuado condensado en ropa de fiesta.
Que hice?
Como lo hice?
Para que lo hice?
No son preguntas para que se haga un estudiante. Son preguntas bidimensionales.
No tendría sentido que un estudiante no se las haga.
Sería extremadamente ridículo que un docente no se las haga.


Hay entregas superlativas, desganadas, intrascendentes o sufridas.
Alegres, tristes, enormes, livianas o densas.
Aburridas, olvidables o memorables.
Pero nada de esto importa demasiado.


Elijo la sustancia de los talleres. Las caras del momento.
La sensación de entender. La gravedad del encuentro.
La corporización del intercambio.
El resto es para guardar en la memoria.
Si sirve para ajustar la mirada sobre lo actuado, 
bienvenida seas hermana entrega!


Es aquel momento en que llegamos juntos al final de nuestro encuentro.
Tiene una especial seriedad.
Tiene una especial emoción.
Un gran acontecimiento,
que otra manera hay de entender ésto?


Gustavo Barbosa

fotografía: Francesca Woodman