Si yo no recuerdo mal, cuando éramos niños las cosas eran más funcionales a sus nombres, entonces la primavera era la primavera, el verano era el verano y así sucesivamente cada temporada respondía a lo esperable. La vida transcurría así sin mayores sobresaltos.
Quizás por efecto del sobrerecalentamiento, quizás por la globalización endemoniada, la cosa es que ahora tenemos una ensalada de temporadas dentro de temporadas, con los termómetros expuestos al montañismo ruso, para desconcierto poblacional y correspondientes confusas charlas de ascensor.
Para los que nos criamos en edificios en propiedad horizontal de dudosa habitabilidad, el ascensor era, más allá de su función traslatoria, una posible trampa donde te convertías en la víctima de las desolaciones anímicas de algunos vecinos/vecinas. La viuda inconsolable, la abandonada más inconsolable aún, el proto milico que miraba con sospecha nuestros largos cabellos, los aprendices de meteorólogos, el inescrutable señor serio del 4º y en el mejor de los casos, la rubia angelical del 5º de la que siempreestuveenamoradoynuncameanimé...
Hoy los edificios con idéntica dudosa habitabilidad, ostentan con orgullo argumental los amenities, esos engendros comunitarios donde se pueden multiplicar hasta el infinito las anodinas charlas sobre el tiempo y la vida sexual de los del piso de arriba.
Lavaderos comunitarios, piscinas muy poco olímpicas, solariums de garantizada oscuridad,
parrillas, jardines y demás delicias nos brindan el escenario adecuado.
Los vecinos en vertical funcionan distinto que los vecinos en horizontal, vaya uno a saber porque. Sino basta leer el maravilloso cuento del gran Arlt, "Silla en la vereda", de lectura obligada para entender de que va la vida.
Tiempo loco...
Abrazo queridos
Gustavo Barbosa
Yotampoconuncameanimé
ResponderEliminarjaja aprendices de Felipes, ambos dos
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