domingo, 12 de junio de 2016

vínculos





















Más vale solo que mal acompañado, dice el mezquino refrán, seguramente producto de algún resentimiento de cualidad afectiva ligada a estados que convocan contundentes epitafios.

Descreo de tal afirmación

Somos el resultado de nuestros vínculos sociales, desde la inicial condición de hijos, hasta el eventual estado de maternidades, paternidades o abuelidades, pasando por el vasto universo de los amores, amigos, parientes lejanos, jefes, compañeros, y todo otro tipo de ocasionales compañeros de ruta. Desde el amigo que querés como a un Dios, como diría el querido Moris, hasta el perro que te acompaña en inexplicables idiomas ancestrales, vamos construyendo un intrincado tejido de vínculos sin los cuales nos transformaríamos instantáneamente en una caspa humanoide de oscuros designios.

Desde ese amor que te mueve el piso para siempre hasta esa mirada infantil que te conmueve tu propia condición para desatar un aquelarre de recuerdos casi...indispensables, el otro nos da pertenencia, nos afinca en nuestra humanidad.

Reconocer al otro nos hace reconocibles. Conocer al otro nos hace conocernos.

Este intangible estado un poco adentro y un poco afuera de nuestra epiteleal frontera hace que la vida sea un arrasador terremoto que te aleja de tristes ostracismos.

En nuestros talleres ésta es nuestra religión. Así se construye la vida de nuestra facultad (aunque no figure en los libros)

Vos y el otro. Yo y el otro. Simplemente fantástico.

Abrazo
Gustavo Barbosa

para los que se animan al otro

fotografía: Natalia Avseenko 

 

2 comentarios:

  1. que linda imagen, el agua nos remonta al estado uteral (acabo de inventar un término pero se entiende...), a todos en menor o mayor medida nos queda ese recuerdo de ese estado entrañable de protección

    es cierto, los talleres para nosotros son como un útero FADU, jaja, de miles de vínculos entramados que le dan sentido a la dimensión humana y a la del aprendizaje

    beso fantástico y colectivo!

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  2. entre todos somos salvavidas inflables, de los que te abrazan con la cabeza de caballito, de los de las primeras piles y de las ultimas donde los yo pasamos a ser los caballitos y así infinitamente circular.

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