Tengo problemas personales con dos cualidades humanas: el autoritarismo y la obsecuencia, ambas muestras de ejercicios del poder y de sus acólitos, muchas veces enmascarados en melifluas acciones.
Nada más desagradable que un autoritario y nada más nauseabundo que un obsecuente del autoritario. Una conjunción que tiende a degradar nuestra condición humana.
En lo personal, un receso plagado de ambas caras basta para buscar con fruición una pronta vuelta a los talleres donde parece ser que estas dos condenables cualidades quedan relegadas al ostracismo.
Será por la energía que todos desplegamos?
Abrazo inminente
Gustavo Barbosa
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