A finales del '69, principios del '70 vivíamos bajo un otro régimen militar, los adalides del deber ser como hay que ser, mantenían en aparente calma las cuestiones sociales y las miradas obedientes sobre los valores de la gente de bien.
A mis 15 años los fervores de la rebeldía encontraron el canal perfecto para desordenar los mandatos: la música.
A la mirada de hoy resulta extraño, pero en aquellos años, era declaradamente contra cultural el asistir a recitales y seguir a las bandas tan reveladoras.
En esos días apareció una puerta a otras formas de entender el diario trajín: se publicó el primer Lp de Almendra.
Podría intentar describir el efecto oceánico que produzco en mi humanidad, casi a estrenar, pero no es ésa la intención.
Escuchando con suma atención el relato de Edelmiro, Rodolfo y Emilio (bajo la estela de Luis) y parafraseando a Fito Paez cuando en La Rueda Mágica dice:..."me fui de casa a tocar Rock & Roll y no volví nunca más"...me pregunto si este viaje que comenzó en aquellos años definió una manera de encarar la vida, no importa si hacés música o no.
Apostar a la creación, a la pasión, al devenir, a no perder la idea de la pregunta como motor esencial, a confiar en la providencia, a sostener la sonrisa, son algunas de las elecciones. Son postulados que llevamos a cuestas, en los talleres y en cada uno de los lugares donde ejercemos el ser.
Este texto no tiene una referencia nostálgica, sino por el contrario, intenta develar la perseverancia de algunas posiciones que casi sin querer, se han vuelto el alimento de cada día en este mundo.
"Como una flecha de diamante clavada en el corazón" dice Edelmiro.
Como la conciencia de cuidarla cada día, digo yo.
Abrazo
Gustavo Barbosa
para mis compañeras y compañeros de ruta
fotografía: sin data
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