lunes, 12 de febrero de 2018

na na na






































El lenguaje sufre del mal del latiguillo, un endemoniado agente perturbador.
Innumerables ejemplos han poblado los decires de todos nosotros conscientes o no, contaminados o no.
Algunos que recuerdo ahora..."estaría siendo", un simpático juego conjugatorio, " ponele", un portal a un mundo de suposiciones, "a ver", el insoportable preámbulo a una ampulosa disertación y varios más que se me escapan en este instante.
En general suelen rellenar espacios vacíos de un discurso, a la manera de un salvataje sintáctico de neutralidad formal.

Apelando a la ironía, a la soberbia, a la sorpresa o a lo que fuera, los latiguillos son elementos disruptivos en el hilván gramatical o si queremos, un instante de disimulado desasosiego compositivo.

Ahora bien, en los últimos tiempos, he notado un nuevo avance de las huestes latiguilleras, el: "na,na, na". Un barullo a caballo de cualquier frase que intenta abreviar lo que damos por sentado: todoéstoquetedigonoimportaenabsolutoasíqueabreviemos

Quizás estemos en los umbrales de un nuevo lenguaje, casi intangible?

Pienso en las próximas charlas teóricas, serán un cúmulo de nananaes?

En la era de la inmediatez las mutaciones están a la orden del día, así vamos sintetizando todo lo que se nos cruza, un día nos volveremos canción, como decía el Flaco.

Abrazo
Gustavo Barbosa

fotografía: Jean Paul Bourdier

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