jueves, 26 de mayo de 2016

lenguajes






































Probablemente existan mundos paralelos de los que no tenemos la más mínima consciencia hasta que esos mundos se nos aparecen y nos interpelan sin tapujos.

Desde lo profesional podría invocar ese momento tan temido de la primera obra. 
Como todo lo que ocurre por primera vez los primeros días en una primera obra pueden ser transitados con un grado de inconsciencia atroz o bien pueden hacer transpirar la gota gorda al sentirnos como sapo de otro pozo.

Como turistas en la Mongolia septentrional, las primeras dificultades aparecen cuando nos damos cuenta (tarde) que nuestro delicado calzado no ha sido diseñado para ser sumergido en la mezcla que yace invisible a nuestros ojos inexpertos. Intentar disimular la torpeza no aliviará nuestra sensación de salamidad instantánea. Acto seguido y, embarullados por lo ya descripto, bien puede una tanza visiblemente protagónica, convertirse en una trampa mortal como las del coyote y el correcaminos, mientras arrastramos y destruimos sin piedad el trabajo de replanteo que llevó un buen rato determinar.

Todas estas experiencias con el gremio de mayor presencia en una obra en esta parte del globo, los entrañables albañiles, suman un misterioso choque de culturas cuando todo el archivo nominativo que orgullosamente llevamos en nuestra mochila, adquiere la categoría de francamente inútil ante el lenguaje que circula entre los que meten mano. Todo resulta distinto y, decididamente, incomprensible.

Cuando el mortero de cal hidráulica pasa a ser el pastón
Cuando el cemento pasa a ser el porlan
Cuando una estufa de tiro balanceado pasa a ser de estilo balanceado
Cuando la madera de viraró pasa a ser de vilaró (no hay información fehaciente si remite a Paéz Vilaró)
Cuando el sospechoso bow-window pasa a ser un simpático borgüindor
Cuando el anchor y el altor suplantan al ancho y a la altura (paradójicamente ambos aceptados por la RAE)
Cuando la obra se muda del country al cantrin

Y tantos ejemplos más que en este momento se me escabullen 

La obra tiene estos encantos que nos lleva años aprender y disfrutar completando nuestra disciplina, casi como una llave de esencial conocimiento.
La sabiduría de los que hacen se merecen nuestro respeto y eterno agradecimiento porque sin ellos tan solo seríamos unos buenos dibujantes.

Abrazo
Gustavo Barbosa

para mis queridos albañiles 

fotografía: Sir Alfred



6 comentarios:

  1. -no dentra! (no entra)
    el diccionario que desplegó barbosa son nuestro medio natural
    con barbosa somos en la FADU bichos de taller
    y en la arquitectura bichos de obra
    bueno uno elige....ese lenguaje por momentos es el nuestro y con mucho orgullo

    besos en lenguajes raros

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  2. muy bueno, agrego un par, si no molesta.
    de mi amigo Maradona, colurna por columna y una que tiene un sutil cambio en la lengua pero uno terrible en la realidad, la viga pasa a ser columna y ella a viga, cuidado con esa.
    saludos

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    1. jaja muy bueno columa! Sumen claro y hacemos un pequeño diccionario de obra

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  3. Digame ingeniero, donde ponemos los aviones?
    Del pícaro capataz de obra al primerizo y recién recibido arquitecto que les escribe, tomándome del hombro y mirando el encofrado de una loza lista para ser hormigonada. El resto de la tropa mirando al quien les habla a la espera de la imposible respuesta.

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    1. Respuesta que nunca llegó jajaja

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    2. La del capataz si, y nunca más pude olvidarme del bochorno sufrido que fue suavizado con el asado con Resero blanco sanjuanino al que a partir de es día era invitado este ingeniero

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