Había un espacio muy deseado en nuestra infancia, que solo se desplegaba en días tan especiales y tan soñados: los días de visitas!
Esos días, ante mis ojos de niño, se abría el bar con sus botellas de colores, se prendía incienso que traía perfumes exóticos, papá y mamá se vestían con brillos y había un cierto humor en el aire de nuestra casa.
Sonaba la música en el Winco, brillaban las copas y el eternamente prohibido sillón del living recibía nuestros ansiosas sentadas.
Los ventanales se abrían de par en par y la vista desde el 7º piso era deslumbrante y parecía infinita.
Los invitados traían nuevas historias, bellezas, idiomas distintos y otros ingredientes que nos hacían imaginar lugares desconocidos y maravillosos.
Yo miraba, escuchaba, absorbía en silencio todo lo que allí pasaba, en azorado silencio.
La felicidad estaba al alcance de la mano, allí, en esas pocas horas.
Este dibujo de Tute, precipitó viejos y queridos recuerdos, el origen de mi amor incondicional por la música y los músicos, la valorización del encuentro, como atisbo de lo social, el afecto por el otro, la humanización de los contextos y tantas cosas más que me han conformado.
Hoy evoco estas vivencias y soy yo quien recibe a las visitas, en una tibia noche cualquiera, con la misma alegría y con la música dando vueltas por ahí...
Abrazo
Gustavo Barbosa
ilustración: Tute
Así fue...
ResponderEliminarQue así sea.
Será, mientras suenen músicas, será, amigo
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