Irremediablemente inmersos en la oleada futbolera que trae el mundial,
me dejo llevar sin mayores resistencias y me pregunto cual es la cuota de pasión que traemos incorporada de fábrica cada uno de los mortales que arribamos a este mundo?
Abandoné el futbol allá por el '66 después de constatar una y otra vez que mi horrenda condición para el deporte no iba a conducirme a buen puerto a pesar de mi idolatría por el 3 de Boca, Silvio Marzolini, al que quería parecerme en todo...YO ERA Marzolini!!...
En parte envidio al que sigue disfrutando de la adrenalina que dispara el futbol y sus pasiones aledañas, pero entiendo posible la transmutación pasionaria.
En mi caso, se habrán dado cuenta, volcada a la música y a la arquitectura. O a la docencia de la arquitectura.
Será ésto posible?
Como será el proceso de conducir las pasiones humanas?
Será ésta el motor de nuestro derrotero por la vida?
Creo que la búsqueda del disparador adecuado es lo que moviliza a buena parte de los docentes, más allá de saberes, conceptos o ideologías didácticas. En un marco de estudiantinas apasionadas la visión de la enseñanza/aprendizaje parece poder establecer un territorio de alta fertilidad no siempre tan visible en una universidad masiva. Y ahí está la cuestión. Los docentes que germinamos en esta facultad de miles buscamos incansablemente el despertar de la pasión, porque estas disciplinas parecen tener cierta dependencia con ellas, con las pasiones.
Por allí vamos, un poco corridos, un poco tradicionales, pero siempre atentos a las sonrisas porque seguramente son un indicio de esas pasiones mayores que tanto queremos.
Le mando un abrazo (sin duda alguna) apasionado
Gustavo Barbosa
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