viernes, 24 de abril de 2020

delirantemente feliz



Estamos rodeados por ciudades vacías solo pobladas por el miedo.
"Detrás de las paredes", como decía Charly García.
"Hay alguien allí afuera?", como preguntaba Roger Waters.

Prendemos la radio, el televisor, las redes sociales, los teléfonos, la estufa, prendemos todo y todo destila miedo.

Inspiramos y sostenemos el aliento hasta que nos digan cuando.
Hasta que nos digan cuando?

Inspiramos y sostenemos las emociones hasta que el miedo se aplaque.
Parece que debiéramos quedarnos con esa única sensación, el miedo.

Porque somos buenos ciudadanos, dejamos que a la ciudad, de la cual somos buenos ciudadanos, la ocupe otro, el tan mentado virus.
El virus que es oportunamente algo así como de género masculino, como si no bastara con todas las bestialidades que venimos haciendo los hombres en nombre del execrable patriarcado y derivados.

Y mientras tanto, que?

Nos anestesiamos, nos brotamos, nos quedamos en casa?
Sí, nos quedamos en casa para no esperar que vuelva la vida delirante que nos acostumbramos a vivir. Llena de ruido, de angustias, de temores, de degradaciones sustanciales.

Nos quedamos en casa porque somos solidarios, porque somos buenos ciudadanos pero...
no nos pidan que nos quedemos en stand-by, no nos pidan que nos cosifiquemos, no nos pidan que nos dejemos envolver con temores. No, no nos pidan nada de éso.

Creo que debemos alinear nuestras emociones, hacer silencio y dedicarnos a escuchar:

los afectos están allí,
las risas están allí,
las niñas y niños están allí,
el amor está allí,
envolviendo las pandemias.

Por eso y muchísimo más
no dejemos que nos saquen la gracia,
no dejemos de militar el cariño,
nunca.

Abrazo
Gustavo Barbosa

fotografía: Danielle Tunstall

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